2.6. DE LA CHUSMA

La vida es un manantial de placer; pero donde la chusma también bebe, todas las fuentes están envenenadas. A todo lo limpio me inclino, pero no quiero ver las bocas sonrientes ni la sed de los impuros. Arrojaron su mirada hacia la fuente: ahora, desde el manantial, me mira su repulsiva sonrisa. Con su lujuria han envenenado el agua sagrada; y cuando llamaron placer a sus sucios sueños, envenenaron también las palabras. La llama se indigna cuando ponen sus húmedos corazones junto al fuego; el espíritu mismo hierve y humea cuando la chusma se acerca al fuego. En sus manos, el fruto se vuelve dulzón y demasiado blando; y su mirada vuelve al frutal quebradizo ante el viento y seco en la copa.

Y más de uno que se apartó de la vida se apartó solamente de la chusma: no quiso compartir fuente, llama y fruto con la chusma.

Y más de uno que se fue al desierto y sufrió sed con las bestias de presa no quiso sentarse con sucios camelleros alrededor de la cisterna.

Y más de uno que vino como un destructor y como una granizada para todos los campos frutales quiso solamente poner su pie en las fauces de la chusma y taponar así su garganta.

Y no es ese el bocado con el que más me atraganté, saber que la vida misma tiene necesidad de enemistad, de muerte y de cruces de martirio; sino que una vez me pregunté —y casi me ahogué con mi pregunta—: ¿cómo?, ¿tiene la vida necesidad también de la chusma? ¿Son necesarias las fuentes envenenadas, los fuegos pestilentes, los sueños sucios y los gusanos en el pan de la vida?

¡No mi odio, sino mi asco me devoraba hambriento la vida! ¡Ay, a menudo llegué a cansarme del espíritu, cuando encontré también a la chusma espiritual! Y volví la espalda a los que gobiernan cuando vi lo que ahora llaman gobernar: regatear y comerciar por el poder —¡con la chusma! Viví entre pueblos de lengua extraña, con los oídos cerrados, para que la lengua de su regateo y su comerciar por el poder permaneciese extraña a mí. Y, sosteniéndome la nariz, marché desalentado a través de todos los ayeres y los hoys; en verdad, todos los ayeres y los hoys huelen mal a la chusma escribiente.

Como un lisiado que se volvió sordo, ciego y mudo, así viví mucho tiempo para no vivir con la chusma del poder, la escritura y el placer. Penosamente subió mi espíritu escaleras, y con cautela; limosnas de placer fueron su alivio; sobre el bastón la vida se deslizaba lentamente para el ciego.

¿Qué me sucedió, no obstante? ¿Cómo me liberé del asco? ¿Quién rejuveneció mi ojo? ¿Cómo volé a la altura donde la chusma ya no se sienta sobre los manantiales? ¿Creó mi asco mismo alas para mí y fuerzas que presienten las fuentes? En verdad, debí volar a lo más alto para volver a encontrar el manantial del placer.

¡Oh, lo encontré, hermanos míos! ¡Aquí, en lo más alto, brota para mí el manantial del placer! Y hay una vida de la que ninguna chusma bebe conmigo.

¡Casi demasiado violentamente fluyes para mí, fuente del placer! Y a menudo vacías la copa precisamente por querer llenarla. Y aún debo aprender a acercarme a ti con más modestia: demasiado violentamente fluye hacia ti todavía mi corazón, mi corazón sobre el que arde mi verano, breve, ardiente, melancólico, más que feliz; ¡cómo anhela mi corazón de verano tu frescura!

¡Pasada la vacilante aflicción de mi primavera! ¡Pasada la malicia de mis copos de nieve en junio! ¡Verano me volví por entero y mediodía de verano! Un verano en lo más alto, con fuentes frescas y feliz quietud: ¡oh, venid, amigos míos, para que la quietud se vuelva aún más feliz!

Porque esta es nuestra altura y nuestro hogar: aquí vivimos demasiado alto y escarpado para todos los impuros y su sed. ¡Arrojad solamente vuestros ojos puros al manantial de mi placer, amigos míos! ¡Cómo habría de volverse turbio por ello! Con su pureza os sonreirá en respuesta.

Sobre el árbol del futuro construimos nuestro nido; águilas nos traerán a los solitarios alimento en sus picos. En verdad, no será alimento que los sucios puedan compartir: ¡creerían devorar fuego y abrasarse las bocas! En verdad, no mantenemos moradas aquí dispuestas para los sucios: una cueva de hielo sería para sus cuerpos nuestra felicidad, y para sus espíritus.

Y como fuertes vientos queremos vivir por encima de ellos, vecinos de las águilas, vecinos de la nieve, vecinos del sol: así viven los fuertes vientos. Y como un viento quiero aún un día soplar entre ellos y, con mi espíritu, quitar el aliento a su espíritu: así lo quiere mi futuro.

En verdad, un viento muy fuerte es Zaratustra para todas las tierras bajas; y tal consejo da a sus enemigos y a todo lo que escupe y vomita: ¡guardaos de escupir contra el viento!

Así habló Zaratustra.

Traducción revisada con asistencia de IA basada en la arquitectura Transformer. Edición orientada por el texto alemán (Colli y Montinari) y la división estructural de Walter Kaufmann.

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