1.7. DE LEER Y ESCRIBIR

De todo lo que está escrito, amo solamente aquello que un hombre escribe con su sangre. Escribe con sangre: y experimentarás que la sangre es espíritu.

No es facilmente posible entender la sangre ajena: odio a los ociosos que leen. Quien conoce al lector, ya no hace en adelante nada por el lector. Otro siglo de lectores — y hasta el espíritu apestará.

Que a todos se les permita aprender a leer, corrompe a la larga no sólo la escritura, sino también el pensamiento.  Una vez el espíritu fue Dios; entonces se convirtió en  hombre; y ahora, incluso se convierte en chusma.

Quien escribe en sangre y proverbios no quiere ser leído, sino aprendido de memoria. En las montañas, el camino más corto es de cumbre a cumbre: pero para ello se debe tener piernas largas. Los proverbios deberían ser cumbres — y aquellos a los que son dirigidos, grandes y altos. El aire enrarecido y puro, el peligro próximo, y el espíritu lleno de un alegre sarcasmo: así encajan bien unas cosas con otras. Quiero tener duendes alrededor de mí, porque soy valiente. El valor que ahuyenta a los fantasmas crea para sí duendes: el valor quiere reír.   

Ya no siento con vosotros: esta nube que veo debajo de mí, esta negrura y gravedad de las que  me río – precisamente esto es vuestra nube de tormenta. Miráis hacia arriba cuando sentís el anhelo de elevación. Y yo miro hacia abajo porque estoy elevado. ¿Quién de vosotros puede reír y estar elevado a un tiempo? Quien escala la montaña más alta se ríe de todas las tragedias y de toda seriedad trágica.

Valientes, despreocupados, burlones, violentos — así nos quiere la sabiduría: es una mujer y siempre ama sólo a un guerrero.

Me decís: «La vida es dura de soportar». ¿Pero por qué tendríais vuestro orgullo en la mañana y vuestra resignación en la tarde? La vida es  dura de soportar; ¡Pero no me os pongais tan delicados! Todos somos bonitas bestias de carga, asnos machos y hembras. ¿Qué tenemos en común con el capullo de rosa, que tiembla porque una gota de rocío yace sobre su cuerpo?

Es cierto: amamos la vida, no porque estemos acostumbrados a vivir, sino porque estamos acostumbrados a amar. Siempre hay algo de locura en el amor. Pero también hay siempre algo de razón en la locura.

Y también a mí, que estoy bien dispuesto hacia la vida, las mariposas y las pompas de jabón, y todo lo que es de su especie entre los hombres, me parece que son los que conocen más sobre la dicha. Ver revolotear a esas pequeñas almas ligeras, insensatas, delicadas y móviles, seduce a Zaratustra hasta las lágrimas y las canciones.

Sólo creería en un dios que supiera bailar. Y cuando vi a mi demonio, lo encontré serio, minucioso, profundo y solemne: era el espíritu de la gravedad: a través de él caen todas las cosas.

No matamos con la ira, sino con la risa. ¡Vamos, matemos al espíritu de la gravedad!

He aprendido a caminar: desde entonces me dejo correr. He aprendido a volar: desde entonces, no quiero que me empujen para moverme.

Ahora soy ligero, ahora vuelo, ahora me veo debajo de mí mismo, ahora un dios baila a través de mí.

Así habló Zaratustra.

Traducción revisada con asistencia de IA basada en la arquitectura Transformer. Edición orientada por el texto alemán (Colli y Montinari) y la división estructural de Walter Kaufmann.

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